LAS PAREDES QUE ME VIERON CRECER
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ANA WERREN / 21 DE MARZO - 24 DE MAYO
En esta exposición Ana Werren realiza una exploración vulnerable del espacio que reside entre la memoria y la imaginación. La obra es una extensión del proceso creativo que continúa la conversación con el archivo de su padre.
Werren comparte el resultado de este intercambio a través de objetos e imágenes siendo su aporte principal uno reconciliador de la dualidad del hogar, la cual reside entre su arquitectura sólida y su sentido de refugio. El diálogo se amplía más allá del archivo, es una conversación activa entre la artista, las paredes y sus padres. Buscando a su padre encuentra también a su madre. Esta serie es un estudio que empuja los límites de los materiales para descubrir, dentro de las paredes, lo que dejamos y lo que construimos en nuestras mentes.
La casa ocupa un lugar central en la obra; un espacio donde las primeras líneas de la narrativa individual toman forma. La pérdida de este sitio, cargado de significado personal, desencadena en ella una urgencia por explorar las capas más profundas de su propia historia y revelar conexiones anteriormente no reconocidas. En sus muros se esconden las memorias relatadas por las grietas, la luz y las huellas. Desde los espacios aparentemente vacíos ella busca fusionar lo pasado con lo soñado y aferrarse a la sensación de seguridad que da un hogar.
La serie comprende cuatro capítulos:
En el capítulo uno “Se construye a partir de diálogos silenciosos” cada pieza con sus bordados incompletos y espacios vacíos Werren amarra las memorias con las posibilidades. Al igual que nuestras experiencias personales, los bordados permanecen abiertos a la adición y reinterpretación. Son un recordatorio visual de que estamos siempre en obra, perpetuamente incompletos, pero fusionándonos unos con otros.
En el capítulo dos “El peso de lo que habitó” la ausencia se convierte en narrativa. La presencia de una silla se revela únicamente por el contorno que ha quedado impreso en la alfombra; un recuerdo en negativo. No sabemos nada de ella, excepto las marcas que dejó. A través de la huella de la silla esta trasciende su ausencia física; existe, precisamente porque fue.
El capítulo tres “Borrar no es lo mismo que desocupar” presenta la intervención en los planos (planes) como una exploración sobre la tensión entre lo que perdura y lo que desaparece. Ana Werren nos invita a reflexionar sobre cómo cada espacio que habitamos se impregna de nuestra presencia, se fusiona con las paredes y se amarra con el silencio. Son precisamente estas huellas las que la artista transforma, borrando y creando, tejiendo un laberinto de recuerdos por el que uno puede transitar para redescubrir fragmentos que únicamente funcionan como conjunto. La intervención busca enfatizar aquello que ha desaparecido con el tiempo, intentando eternizar lo transitorio de aquello que habitó el espacio. Importa solo cuando se pierde.
A través de estas marcas y cicatrices el capítulo cuatro “Tu presencia es más notoria cuando ya no estás” realiza una introspección en negativos fotográficos que capturan la erosión de piezas que quedan como testimonio en la memoria de las paredes. El proceso culmina en el uso del cianotipo invitando a la reflexión sobre las huellas de nuestras experiencias. Al igual que los recuerdos que se aferran a las paredes de nuestra conciencia, estas imágenes son momentos capturados entre luces y sombras, reconociendo que, sin emitir juicio, algunas cosas simplemente son.
Así, Ana Werren desafía la idea de preservar como un acto de postergar sin objetivo. Para ella, recordar es vivir la memoria intensamente y luego dejarla ir, un acto deliberado de rescatar control en el proceso de duelo reconociendo que estos diálogos perdidos son parte de la naturaleza de la conciencia que vive entre la memoria y la imaginación. Recordar, conversar y luego destruir.
— Andrés Azmitia. Guatemala, marzo de 2024.
LA ARTISTA
ANA WERREN
OBRAS DESTACADAS