El tiempo interactúa con las formas. Las trans(forma), las reconstruye, las rediseña... en ese proceso el artista descubre, atrapa y se obsesiona con ideas que lo llevan a materizalizar el deterioro, la precariedad y la sensibilidad de los objetos y de todo aquello que lo rodea.

El deterioro de la materia implica fuerza y debilidad. Una binariedad universal como el proceso investigativo que lleva a Alejandro Medina a presentar la serie “100 Ways of visualizing a forest”, donde se evidencia la degradación de la naturaleza por medio de la intervención del hombre. El hombre mismo pareciera incluirse en los procesos de deterioro y precariedad.  La degradación de la materia se acumula en la “Intención” de Fredy Rangel. Todos nos oxidamos, todos tenemos partes de nuestro cuerpo que se han deteriorado y de allí surgen esas figuras del pasado que se cuelan en el presente.  La materia y sus desechos. Como los desechos de caucho que toma Sofía Véliz para diseñar y rediseñar la antiforma que nos sugiere con “Rasgos”. 

Rasgos como los de las hojas de maxán que registran la “Forma y Tiempo” de Yavheni de León. Las formas son orgánicas, nunca se repiten. Mapas, articulaciones, roces, heridas… todas ellas forman parte del “Manual para las manos”. Constelaciones que explora y edifica Camila Fernández en el que las creaciones son trazos que sugieren otros mundos, otros momentos, otros tiempos. Tiempos del toner, de materiales poco tradicionales, de la desmaterialización de la forma y la pixelización de los seres como lo muestran las creaciones de Luiso Ponce.

La materia puede explorarse desde diversas sensibilidades como las composiciones sonoras y espectrogramas de Patricio Majano. O bien desde los procesos de apropiación de los espacios, de la gesticulación humana que se materializa por medio del dibujo y la pintura de Gabriel Rodríguez. Porque la materia deja de ser y vuelve a ser por medio de la conceptualización e investigación artística.

— Juan Pablo Gonzalez