ANTONIO PICHILLÁ
ABUELOS
julio 2018
ABUELOS
Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
Nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
Nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
Nos lo dejaron y vinieron a legarlo
A quienes ahora vivimos,
A los que salimos de ellos…
— Fernando Alva Ixlilxóchitl’
Lanas coloridas, colgadas, otras anudadas y montadas alrededor de un marco e hilos que laboriosamente han sido tejidos en telar, contienen el primer acercamiento a la exhibición de Antonio Pichillá. Vemos objetos escultóricos hechos prolijamente en madera, telar, hilos y lanas, apoyados en la pared. Estos objetos, por su naturaleza íntegramente artesanal, o por lo menos referente a este imaginario, contienen una cierta “presencia humana”, acompañan piedras envueltas en telares y un urinario. Lleno de lana y envuelto en telar también comienza a indicar el camino para esta lectura.
Abuelos, se titula la muestra. Los “abuelos” en la cultura indígena Maya, no son el “estorbo” que representan para la cultura occidental, no son aquellos sujetos que molestan, que hablan sin sentido… Antonio Pichillá, hijo de padres Tz´utujil, creció dentro de una cosmovisión que concibe a los abuelos desde el lugar sagrado, en el lugar de la autoridad ganado por lasabiduría y respeto. El título contiene a su vez una doble función, referir a su vinculación de descendencia; los mayas, los abuelos. Se trata de una palabra que tiene la habilidad de encarnar la idea de continuidad, tan bellamente integrada en la idea de tiempo en dicha cultura. El tiempo en la cultura Maya es la matriz de todas las cosas y cuando ellos hablan de sus abuelos se refieren no solo a las generaciones pasadas, sino a todas ellas en conjunto, llegando hasta los formadores mismos del universo. Por esto, los abuelos encarnan la sabiduría, ese camino recorrido realizando su tarea más preciada: el conocimiento del tiempo, que está en todas las cosas de la naturaleza. En las culturas ancestrales la naturaleza no se percibe en tanto separada del hombre, como oportunidad para su dominio progresivo. El triunfo de la racionalidad instrumental en cambio ha hecho del hombre occidental un ser marcado por esa separación, por esa resistencia a pensarse como naturaleza también.
Tomando estas referencias inicia esta muestra, dando un homenaje a Duchamp como el “abuelo del arte”, en el centenario de la creación de La Fuente (1917), simbolizando la sabiduría del readymade. Una sabiduría que podemos decir, ha superado las condiciones históricas en cuyo gesto se ubicó, extendiéndose al presente.
Pichillá toma el traje tradicional de San Pedro de la Laguna para esta exhibición como punto de partida, como una especie de readymade que representa la relación del padre y la madre, de los abuelos y del traspaso de legado y conocimiento por generaciones. Su poética creativa se desliga de los asuntos que generalmente conciernen hoy al arte contemporáneo, para centrarse en indagar dentro de sus propios asuntos, de su propia cosmovisión Maya que, lejana del mainstream, se basa en la tradición y lo espiritual, en la certidumbre y el arraigo a su cultura.
Frecuentemente su trabajo es concebido desde los aspectos formales; desde el artificio como lugar de lo simple pero a su vez profundo; tiene una atracción particular por elementos naturales y se caracteriza por utilizar en sus obras los colores del maíz –un elemento considerado parte de la familia–; los nudos, el telar que remite a su cultura Tz´utujil o la piedra y la candela utilizadas en ceremonia mayas. El artista no tiene la intención de crear una crítica social, pero sí lo hace, y evidencia el poco apego que ha existido históricamente con la cultura indígena y su historia. A partir de los colores utilizados en su paleta, los colores del maíz y sus derivados, también crea las piezas Agua, Aire, Fuego y Tierra (todas del año 2017), piezas que enuncian los elementos primordiales del calendario Maya.
MARTÍN, 2017, remite a su experiencia de investigación en Santiago de Atitlán, particularmente en la cofradía de San Martín donde en la parte central se ubica el envoltorio sagrado “Martín” y las piedras sagradas que datan de la época pre-hispánica son envueltas y las herramientas pasadas por generacionespara su cuidado. De manera más global vinculamos estos materiales a la cultura indígena latinoamericana y la exploración de su enunciación sociocultural.
El encasillamiento de su quehacer dentro de la categoría de “arte indígena” no tiene cabida: su arte es altamente conceptual, contemporáneo y dialogante a escala internacional. Lo maravilloso, sin embargo, es que su origen creativo viene desde los inicios más tempranos. “Toda su obra –comenta Roberto Cabrera en un texto escrito sobre el artista en 2012– inspiraun mundoque tiene mucho de viejo y nuevo” y quien mejor que Cabrera podría saberlo, si fue el mismo quien condujo a Pichillá junto a un grupo de artistas indígenas en su investigación, en palabras del artista, es su cómplice en todo lo que crea hoy.
EL ARTISTA
ANTONIO PICHILLÁ